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Propiocepción, una forma de preservar la salud y mantener el equilibrio

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Reeducar nuestros hábitos de vida y mejorar nuestra vitalidad es posible a cualquier edad si atendemos a la propiocepción, un término desconocido que invita a comprender el propio cuerpo y a coordinar los movimientos.

Ahí está, arrinconada y desatendida, compartiendo espacio en el Diccionario de la lengua española con otras palabras más rutilantes y trilladas. Propiocepción no es el más exportable de los términos, pero es nuestro y un gran desconocido, teniendo en cuenta los beneficios que aporta su puesta en práctica.

Adscrito al ámbito de la psicología significa la “percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del cuerpo, independiente de la visión”. Sus raíces latinas dan una pista: ‘propio’ se refiere a “de uno mismo”, y ‘cepción’, a conciencia. Y, como cualidad del sistema nervioso, con sus terminaciones en músculos, huesos y articulaciones, nos informa de en qué posición estamos (con la cabeza hacia arriba o hacia abajo) y nos permite rascarnos la oreja o la nariz sin verlas.

La propiocepción contribuye a preservar la salud y la integridad, a mantener el equilibrio y a coordinar nuestros movimientos, sabiendo cuál va a ser la respuesta de cada una de las partes del cuerpo cuando se las somete a esfuerzo. Se localiza en todo el organismo, pero fundamentalmente en la musculatura, en los usos musculares y en las curiosas terminaciones de Golgi, punto de unión de los tendones y los músculos, especializadas en esta materia.

A pesar de los años que llevamos habitando nuestro cuerpo y de que los antiguos griegos nos recomendaron hace siglos aquello de “conócete a ti mismo”, el grado de conocimiento que cada uno tiene de su figura depende del esfuerzo físico y mental que haya realizado en profundizar en su capacidad. “Existen multitud de libros y artículos científicos que explican muy bien lo que es el cuerpo humano y su funcionamiento, y, pese a toda esa literatura, aún tenemos muchas incógnitas, especialmente a nivel ultraestructural”, dice Alfonso Vidal, jefe de Servicio de las Unidades del Dolor de los hospitales Quirónsalud Sur, Valle del Henares y del Hospital Universitario La Luz. Ni siquiera sabemos siempre identificar un dolor o su origen. Éste es un mecanismo de defensa que nos advierte de una lesión, por lo que lo interpretamos también en función del sitio donde se produce o donde lo percibimos. Muchas veces determinamos que la causa del dolor es extraña, aunque otras lo hacemos en función del sitio donde nos aparece.

Una cualidad que se entrena

Afortunadamente, nunca es tarde para casi nada, y la propiocepción también se “entrena” en la madurez. “A partir de los 50 años se pueden reeducar nuestros hábitos y mejorar nuestra salud, porque a lo largo de la vida nuestra capacidad de aprender y de regenerar nuestras estructuras se mantiene, aunque se reduce de forma progresiva”, señala el doctor Vidal.

Para ponerse manos a la obra, lo ideal es contar con la ayuda de un profesional que establezca pautas de educación postural y de movilización de cada estructura (cabeza, cuello, tronco, etcétera). “Existen multitud de técnicas para la propiocepción, como la de Bobath, que mejora el tono muscular y el equilibrio y que es muy adecuada para pacientes en proceso de rehabilitación de cuadros neurológicos como los ictus. Otras, como la de Johnstone, Kabat o Perfetti, cada una con sus peculiaridades, deben ser elegidas siguiendo la opinión de un experto”.

“La propiocepción es una herramienta más que recomendable para la rehabilitación de daños o lesiones en el aparato musculoesquelético”, asegura el doctor Alfonso Vidal.

Asimismo, existen deportes óptimos, pero no conviene lanzarse solo a practicarlos. “En general, identificamos la actividad física con la salud, pero esa actividad debe ajustarse a la capacidad de cada individuo, a sus circunstancias personales, a su estructura física y a su edad. Los deportes más favorables para casi todo el mundo son aquellos que producen una tonificación equilibrada de cada una de las partes, sea el lado derecho o el izquierdo, sea la cintura escapular o la cintura pélvica. El pilates, la natación, la marcha y la bicicleta estática son recomendables para casi todas las circunstancias y casi todas las edades, aunque siempre deben ser supervisadas, al menos inicialmente, por un experto”. Alfonso Vidal aconseja comenzar por sesiones de una hora repetidas dos o tres veces por semana, y reforzarlas en función de la respuesta.

Y cuando se ha producido una lesión corporal, ¿puede la propiocepción echarnos un cable? Sí, porque si bien “es un sistema semejante en todo el organismo, también entendemos por propiocepción los mecanismos que sirven para restablecer esta capacidad cuando se ha dañado por traumatismos, lesiones o intervenciones quirúrgicas”. En este caso, Vidal apunta a que la movilización coordinada de las estructuras dañadas facilita y mejora la recuperación de la propiocepción perdida en lesiones. “Conviene reentrenar las habilidades. Cuando se produce un daño en un ligamento, en un músculo o en un hueso, aparte de dañarse la estructura física, lo que sería el soporte, también se dañan los mecanismos de activación, y esto nos puede hacer perder la coordinación psicomotora necesaria para hacer los movimientos de una forma armónica y segura. Después de una lesión podemos sufrir una incapacidad que haga que perdamos habilidad en una mano o en una pierna, y es necesario reentrenarla. Ese reentrenamiento facilita la propiocepción, por eso es una herramienta más que recomendable para la rehabilitación de daños o lesiones en el aparato musculoesquelético”.

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