¿Tú llegas a tocar el suelo con los dedos de las manos dejando las piernas estiradas? Esta pregunta de un amigo mío que fue olímpico en Los Ángeles ‘84 me pareció graciosa viniendo de él, sobre todo cuando lo intentamos así en frío para retarnos el uno al otro.
Dicha pregunta, realizada por un profesional de la medicina, un fisioterapeuta o un preparador físico sirve para mostrarte claramente cómo está tu cuerpo, y delata cuánto lo has cuidado o abandonado. No solo el paso del tiempo es el causante de ese entumecimiento general y de la falta de elasticidad en articulaciones, músculos y tendones. ¿Cuántas veces nos hemos propuesto empezar a dar un paseo diario, dejar de coger el ascensor, apuntarnos a un gimnasio o recuperar el deporte practicado en los años mozos?
Ser joven es sinónimo de energía y capacidad de aguante físico, y el deporte en sí mismo –sobre todo para aquellos que no lo practican– se asocia a horas de entrenamiento, gimnasio, sudor, sacrificio, competición, culto al cuerpo… Por eso, cuando cumplimos años parece que no va con nuestro estilo de vida. He sido deportista de élite y reconozco que, a pesar de las duras etapas de entrenamiento que he tenido que vivir, no he perdido el gusto por la práctica deportiva. Reconozco lo bien que me sienta y cuánto lo necesito.
Tenemos que gozar de cierta salud y la mejor manera de conseguirlo es a través de la actividad física y el entrenamiento.
Me ha ayudado a soportar momentos de estrés, a mantener un peso adecuado, a superar más rápidamente el jet lag en épocas de mucho viaje por razones laborales, a compartir emocionantes momentos con la familia y los amigos, a estar de mejor humor, a disfrutar de la naturaleza y como excusa para planificar una escapada…. Lo que seguro compruebo cada vez más es que el movimiento es vida, y no es una frase hecha porque notamos en persona cómo las etapas de nuestra vida en las que estamos poco activos, mucho tiempo sentados o muchas horas delante del ordenador nos encontramos bastante peor.
El confinamiento que hemos vivido recientemente han sido una prueba incontestable de las consecuencias negativas de la falta de movilidad en las personas. Aquellos que no hicieron o no pudieron hacer ningún tipo de actividad física por falta de recursos, conocimiento o espacio, en su mayoría ganaron kilos, durmieron peor, padecieron momentos de ansiedad y sufrieron molestias físicas desconocidas. Y eso por no hablar de la gente muy mayor que, a falta de paseo diario o de las pequeñas rutinas de desplazamiento que realizaban, han pegado un bajón físico notable.
Vivimos una vida diferente a la de nuestros padres y muy poco parecida a la de nuestros abuelos. Vamos a vivir muchos mas años y tenemos el deseo, y yo diría incluso la obligación, de vivirlos con salud. Una etapa de la vida en la que puedes estar o no activo laboralmente, pero una etapa en la que tienes mucho más claro lo que quieres y puedes hacer. Para afrontar con energía planes o proyectos que las obligaciones nos han impedido hacer años atrás. Tenemos que gozar de cierta salud y os aseguro que la mejor manera de conseguirlo es a través de la actividad física y el entrenamiento, que como dice el Doctor Corbalán, medallista olímpico en Los Ángeles ‘84, “es la medicina más barata en relación coste-beneficio”.
Existen muchas estrategias de diferentes países en torno a la reducción del sedentarismo, pero quiero dejaros un video que Gabriel Sáez –presidente de Ingesport– me enseñó hace ya tiempo y que es realmente ejemplarizante. Porque no se trata de que la generación silver se lance a correr maratones, sino de encontrar aquel ejercicio o deporte que mejor se adapte a nuestras aptitudes, hábitos, entorno… y sobre todo gustos. Con disciplina e incluso pasión, pero que encaje con nuestras condiciones y necesidades.
Una de las mejores aportaciones que te ofrece el deporte es socializar y compartir momentos divertidos e, incluso, “sufridos”.
Si te lanzas por primera vez prueba el deporte o la actividad que hacen tus conocidos, apúntate a pasear, bailar o a montar en bici con los amigos, o únete a ese “loco del tai chi” que has visto en el parque. Afortunadamente, hay muchas oportunidades para activarse, incluso la oferta online que se ha multiplicado últimamente te permitirá probar en casa. Aunque, para mí, una de las mejores aportaciones que te ofrece la práctica deportiva es socializar y compartir momentos divertidos e, incluso, “sufridos”. Sin olvidar, además, que tenemos mucho que conocer en torno al ejercicio: aprender a corregir nuestra postura, a respirar, a estirar, a evitar lesiones, a descansar…
Y lo más importante: consulta con profesionales si no tienes experiencia. Si eres constante y paciente –como los anuncios de las cremas de belleza y tratamiento dicen–, al cabo de un mes ya se empieza a notar sus efectos.
Nos queda mucha vida por delante y espero que una de las decisiones que prioricemos sea la de movernos para vivirla mejor, más saludables y felices.
Mercedes Coghen es campeona olímpica y actual Vicepresidenta de la Real Federación Española de hockey.