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15 diciembre 2021

Alan García: “La gente en los pueblos también quiere guerra y se cansa de degustar siempre las mismas cosas”

SICOP Rural
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El joven chef, que ha abierto recientemente la heladería Le Llamber-Manín Sucre en Cangas de Narcea (Asturias), asegura que en el pueblo la parte romántica cobra a menudo más importancia que la económica.

En el pueblo la parte romántica, a veces, cobra más importancia que la económica: los gastos se reducen, pero también el público y los ingresos son menores.

A más de una hora de camino de Oviedo, Cangas de Narcea (Asturias), rodeada de bosque y monte, apenas alcanza los 13.000 habitantes. Y es aquí donde se ubica la heladería bombonería Le Llamber-Manín Sucre que abrió sus puertas el pasado mes de julio. 

La dirige Alan García, tercera generación de una familia de panaderos y con conocimientos de pastelería, quien ha querido en este establecimiento “volver al pueblo, volver a las raíces, volver a donde nacimos”.

1.- ¿Qué ventajas e inconvenientes supone trabajar en un entorno rural?

Creo que las ventajas son mayores que los inconvenientes. Los estímulos son muy cercanos al producto y ahí es donde comienza todo. Estímulos de temporada, de ver de dónde sale la materia prima y cómo se trabaja, de admiración por el agricultor y, sobre todo, de conocer mucho a tu cliente.

Los inconvenientes son que, aunque parezca o sea un espacio más barato, a la vez es más dificultoso para emprender, para acceder a algunos recursos básicos y necesarios hoy en día, como puede ser internet. 

2.- ¿Cuáles son las claves para ser popular y atraer a gente de otras poblaciones cercanas?

Pienso que la popularidad la marcan los productos. En nuestro caso, intentamos siempre cuidar el packaging y tener los locales bonitos, como carta de presentación, pero sin duda, sabemos que lo que nos diferencia es el producto. Creo que la gente se desplaza porque confía en la marca y en que la experiencia gastronómica será completa. Las redes sociales te permiten llegar a gente cercana o no tan cercana, pero para que la gente repita y se siga desplazando la diferencia expectativa vs. realidad debe de ser positiva.

3.- ¿Tener un una bombonería-heladería en un pueblo obliga a ajustar gastos y a adaptarse a los gustos de una clientela muy concreta? ¿O, al contrario, permite ser creativo y experimentar?

En nuestro caso, y es algo que siempre agradecemos, el cliente está deseoso de probar cosas nuevas y se deja llevar. La gente en los pueblos también quiere guerra, necesita estímulos y se cansa de degustar siempre las mismas cosas. Un ejemplo: este verano nos estrenamos con 10 sabores de helado, de los cuales 9 eran clásicos y uno cítrico, de kalamansi. La gente nos sorprendió, siendo el cítricum de los más vendidos. También es verdad que esta confianza te la tienes que ir ganando y no debes olvidar nunca dónde estás.

4.- ¿El hecho de no estar en una gran ciudad te ocasiona algún problema a la hora de que te lleguen todos los productos que necesitas? ¿Tienes que hacer pedidos más grandes o con mayor antelación?

Claramente es uno de nuestros mayores inconvenientes. Te tienes que organizar porque sabes que lo que no pidas hoy, hasta dentro de 15 días no vas a poder volver a pedirlo, lo cual te implica, además de organización, tener un mayor espacio de almacenamiento. En el pueblo todo es más lento y la inmediatez del clic no existe. Los proveedores que te visitan son menos y lo hacen menos frecuentemente, sin embargo, la confianza que llegas a tener con ellos es mayor; se preocupan e intentan facilitarte en la medida de lo posible las cosas.

5.- ¿Factores como el clima influyen en el funcionamiento normal? 

Influye y puede llegar a ser determinante para las ventas de un día. La nieve, el viento o la lluvia nos impactan de lleno todos los inviernos. Cuando nieva o se cae un argayo las carreteras quedan cortadas; o cuando un árbol cae por el viento encima de un cable, por ejemplo, nos podemos tirar días sin luz a base de generadores. El mundo rural no es válido para gente que no sepa hacer frente a estos contratiempos que, lógicamente, en la ciudad nunca los llegarás a vivir y, si los vives, no dependen de ti; aquí, si cae un árbol y corta la carretera o nieva y se cubre, los encargados de solucionar este tipo de problemas somos, muchas veces, los propios habitantes y vecinos.

6.- ¿Qué mensaje darías a todos aquellos compañeros de oficio que quieren instalarse en un pueblo pero que no acaban de dar el paso? 

Que lo hagan, siempre y cuando tengan pasión. Pasión para emprender y para saber que no todo va a ser números. En el pueblo la parte romántica, a menudo, cobra más importancia que la económica: los gastos se reducen, pero también el público y los ingresos son menores. Aquí se puede trabajar en buenas condiciones, pero hay que tener claro que para llegar a asentar un negocio también se debe de trabajar duro y se debe saber renunciar a ciertos recursos. El pueblo requiere pasión y dedicación, pero lo que te ofrece es único.