La brecha digital en cualquier franja de edad es cada vez más corta. Los desarrolladores de productos digitales se han propuesto facilitar la usabilidad y la experiencia de usuario: saben que la informática e internet deben ser accesibles a cualquier público. Esta es una guía práctica para empezar.
En 2014, Shirley Curry recibió un regalo inesperado de su hijo: un ordenador. No es que fuera un regalo muy generoso, el hombre jubilaba su viejo PC y pensó que su madre igual podía darle uso. Cuando Shirley empezó a trastear con el cacharro encontró unos videojuegos, así que decidió probarlos. Y la cosa le gustó. Le gustó tanto que acabó comprándose nuevos títulos, grabando sus partidas y subiendo los vídeos a su canal de Youtube. Shirley Curry tiene hoy 82 años y casi un millón de seguidores en este portal de vídeos. En la red se la conoce como la Abuela de Skyrim, en referencia al juego que más la apasiona.

La historia de Curry (que cuenta ella misma en este precioso documental) no solo es inspiradora. También es representativa. El público silver se está volcando en el mundo tecnológico. Los aparatos, además, coinciden todos los expertos, son cada vez más intuitivos. Son táctiles, se activan por voz, son creados para que su interfaz resulte fácil de usar… Por otro lado, la pandemia y el confinamiento han puesto en evidencia las ventajas que supone tecnologizarse. Millones de personas se han visto obligadas a adentrarse en un mundo nuevo. Y eso, por mucha ayuda que se tenga, conlleva ciertas dudas y dificultades.
¿Con qué aparato empezar?
Antiguamente solo había un modo de acceder a internet, pero en la actualidad podemos hacerlo desde distintos dispositivos: un smartphone, un ordenador de sobremesa, un portátil o quizá una tablet. Leopoldo Abad, profesor de Derecho de la Información de la Universidad CEU San Pablo, considera que el caso de la Abuela de Skyrim es bastante representativo: “Por las encuestas que hemos hecho nosotros, lo que más usan son PC de sobremesa que han heredado de hijos o nietos”, explica.
Aprender de forma autónoma es posible, pero requiere de unos conocimientos mínimos y cierta constancia.
Cuando habla de “nosotros” se refiere a los investigadores de distintas universidades madrileñas junto a los que ha creado el grupo Brecha digital y personas mayores. Este grupo de investigación, que lleva en activo seis años y ha publicado varios estudios, señala que cada aparato tiene su funcionalidad. El teléfono inteligente puede ser mucho más práctico para mantenerse en contacto, mediante mensajes y videollamadas, pero la gente suele ser más reacia a usarlo para otras gestiones como las compras online.
¿Qué programas descargo?
Dependerá del aparato que se esté usando. En un móvil las aplicaciones a usar son muchas: WhatsApp para hablar con los conocidos y Twitter para discutir con los desconocidos. Youtube para ver vídeos y Zoom o Skype para retransmitirlos y hacer videollamadas. Un navegador de internet y la aplicación del banco que uno tenga son esenciales. Todas ellas se pueden descargar en la tienda online que tiene integrado el dispositivo (App store en el caso de Apple, Google play en el caso de Android). Por su parte, en el ordenador todo pasa por el uso de un navegador de internet. Google Chrome, Microsoft Edge y Firefox son los más populares. Con cualquiera de ellos podremos acceder a cualquier sitio.

“El problema muchas veces con este software —señala Abad— es que no está pensado un público sénior. Y eso es algo básico”. Abad reflexionó largamente sobre el tema en su libro Alfabetización mediática para la e-inclusión de las personas mayores y llegó a una conclusión: “La penetración tecnológica en esta franja de edad en España apenas llega al cuarenta y pico por ciento —constata—. Tenemos que cambiar esos números”. Abad se fija en países como Luxemburgo o Dinamarca, donde ese porcentaje supera el 90%. “No sabemos exactamente por qué, pero hay una correlación directa entre la riqueza de un país y la brecha tecnológica con sus mayores”, subraya.
Millones de personas se han visto obligadas a volcarse en un mundo nuevo. Y eso, por mucha ayuda que se tenga, conlleva ciertas dudas y dificultades.
Comprar desde el teléfono
Hace unos meses, el profesor Abad publicó un estudio sobre comercio electrónico y público sénior. “Muchos tienen problemas con esto —señala el investigador—, les da miedo dar su tarjeta de crédito en un entorno que consideran inseguro, pero hay mucho de mito en esto”. En internet hay muchos filtros de seguridad y, si se conoce al intermediario, la compra es tan sencilla y segura como en un entorno físico.
A este respecto, Abad destaca un dato curioso: “sí que compran viajes, billetes de tren o de avión… y muchos utilizan también la banca electrónica. Esto se explica por la garantía que les ofrece la empresa en concreto”. No parece una cuestión baladí. Tiene sentido que, al menos en las primeras compras, hasta que uno se sienta más familiarizado con el entorno, se opte por empresas de toda la vida o por marketplaces conocidos y seguros como Amazon o eBay. Una vez que se hace la primera compra por internet, ya no hay vuelta atrás, y querremos seguir viviendo la experiencia, sencilla, rápida y cómoda, de que nos llegue a casa cualquier cosa que deseemos y de forma segura.
Superados estos miedos iniciales, coinciden los expertos, el problema no será tener que dedicarle más horas sino cómo hacer para dedicarle menos.
Empezar a opinar en las redes
Por otro lado, el experto apunta cómo la mayoría del debate político se ha trasladado hoy al entorno online: las ruedas de prensa se transmiten en directo en Youtube, las discusiones y polémicas se desarrollan en Twitter, toda la información se vuelca en periódicos. “El debate político está en las redes y los mayores no participan en él —resume Abad—, y es paradójico, porque en la vida real pasa justo lo contrario: quienes más votan son quienes menos participan del debate online”. Aun así, abrirse una cuenta de Twitter para opinar es fácil, existen tutoriales sencillos que nos guían para después poder tener voz (y voto) en las Redes Sociales. Twitter permite, además, sectorializar los temas que más nos interesan (política, economía, mujer, cultura…), y así hacer un cribado previo antes de comenzar a comentar.
Llamar en dos clics
Una de las mayores ventajas de la tecnología es su capacidad para acercarnos a nuestros seres queridos. Las videollamadas son uno de los grandes avances de la informática y en esta época de confinamientos y cuarentenas es cuando se han demostrado imprescindibles para muchos. Fue precisamente con el confinamiento, el pasado 26 de marzo, cuando la plataforma Tech People Care publicó un vídeo en YouTube con unas instrucciones sencillas para enseñar a hacer videollamadas a quienes estén menos familiarizados. Después de varias pruebas, en este grupo optaron por la aplicación Jitsi, disponible en todos los teléfonos móviles y en la web.

Para aquellos con conocimientos más avanzados quizá la mejor opción desde el móvil sea Whatsapp, que además de permitirnos mandar mensajes tiene dos botones en la parte superior de la ventana de conversación para iniciar llamadas normales o videollamadas. En el ordenador de sobremesa la aplicación más usada es Zoom, pero sobre todo en un entorno laboral, pues permite llamadas grupales sin limitar el número de participantes. Si no somos tan populares, alternativas como Skype o la ya mencionada Jitsi pueden ser más que suficientes.
¿Por mi cuenta o voy a clase?
Aprender de forma autónoma es posible, pero requiere de unos conocimientos mínimos y cierta constancia —Youtube es una fuente inagotable de tutoriales de todo tipo—. Aun así, los cursos de informática (hay muchos especializados en el público silver) pueden ser la mejor opción. Roberto Ruiz se muestra convencido de ello. Aunque claro, él es parte interesada. Este profesor de informática lleva más de 20 años dando clases en Meca Rapid, una academia informática con sede en Madrid y alumnos de todas las edades.
Hay una correlación directa entre la riqueza de un país y la brecha tecnológica con sus mayores.
“Estar conectados y manejar las nuevas tecnologías nos permite ser más independientes”, asegura. El profesor confirma que en sus cursos se personaliza la atención, porque a pesar de que sus alumnos pueden tener una cosa en común, la edad, el resto de factores y conocimientos previos son muy variopintos. Respecto al contenido del curso, es bastante amplio. “Aprendemos el manejo básico de un ordenador o de un dispositivo móvil. Aplicaciones, redes sociales, correo electrónico, etc.”, asegura. Es muy probable que con un curso de tres meses los avances sean mayúsculos.
¿Cuánto tiempo le dedico?
Para conseguir resultados no basta con tener voluntad. Esta se debe mantener en el tiempo. Para ello hay que buscar metas realistas y obligarse a cumplirlas, y esto dependerá de cada persona. “Para aprender, lo primero es plantearse el tiempo que le vas a dedicar semanalmente a la informática —reconoce Ruiz—. Pueden ser dos horas, tres o más, dependiendo de la disponibilidad”.
La formación, explica el profesor, se basa en la práctica “y es importante que se pongan con el ordenador cuando están solos”. Muchos de los problemas provienen del cambio del ordenador del aula al propio, de gestionar las cuentas y contraseñas que les han creado terceras personas y de familiarizarse con las herramientas. Superados estos miedos iniciales, coinciden los expertos, el problema no será tener que dedicarle más horas sino cómo hacer para dedicarle menos. La informática puede parecer complicada al principio, pero una vez se tienen los conocimientos básicos es tan entretenida (y tan vasta) como la vida misma.