30 noviembre 2022

Los 7 mejores cuadros de Salvador Dalí

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Conoce las obras más famosas de Salvador Dalí a lo largo de su carrera, uno de los artistas más reconocidos a nivel mundial.

Salvador Dalí y sus obras constituyen una de las cumbres de la pintura surrealista española del siglo XX. El artista nacido en Figueras en 1904 pasó su juventud entre Madrid, donde entabló amistad con Lorca o Buñuel, y París, ciudad en la que se adentra en los grupos surrealistas y dadaístas. Vivió más tarde en EE.UU y pasó sus últimos años en su Cataluña natal, muriendo en Figueras en 1989. Además de pintar fue dibujante, cineasta, escultor y fotógrafo. Una expresión del genial eclecticismo de un artista narcisista y megalómano, ávido de atraer la atención pública hasta en su lecho de muerte.

Una forma innovadora de disfrutar del arte y especialmente de la figura y obra de Salvador Dalí es DESAFÍO DALÍ en IFEMA MADRID. Un espectacular recorrido escenográfico y tecnológico de más de 2000 metros cuadrados, donde por medio de la realidad virtual 3D, la realidad aumentada, el micromapping o audiovisuales podrás conocer más de 160 obras de este genio del siglo XX. Gracias a la selección realizada por la Fundación Gala-Salvador Dalí, podrás adentrarte en un viaje sin igual en el que experimentar de primera mano la creación de obras de arte inigualables. Entre ellas, algunos de sus mejores cuadros.

Los mejores cuadros de Salvador Dalí

La persistencia de la memoria (1931)

Uno de los cuadros de relojes de Dalí más icónicos y reconocibles, conocido también con el nombre de Los relojes blandos o Los relojes derretidos. De reducidas dimensiones (24.1 x 34 cm), se encuentra en el MOMA de Nueva York y ha sido una de las obras del pintor que ha sido objeto de más reutilizaciones, referencias y reinvenciones. Relojes derritiéndose en forma de escultura pueblan innumerables ciudades del mundo.

Pintado en 1931, representa un paisaje marino, seguramente inspirado en su amado Cadaqués, en el que yace inerte una extraña figura. Dalí se inspiró, según sus propias palabras, en la Teoría de la relatividad de Einstein y en los quesos Camembert. Los relojes serían una metáfora inconsciente de la relatividad del espacio-tiempo. De gran técnica, constituye una verdadera fotografía de un sueño pintada a mano, como Dalí gustaba describir sus obras.

El gran masturbador (1929)

Este lienzo, que es en realidad un gran autorretrato del pintor, es uno de los cuadros de Dalí más personales. Fue pintado en 1929, tras haber pasado el artista unos días con Gala, que desde ese momento inicia su relación adúltera con él para convertirse en su musa y futura mujer. En aquel momento, ella estaba casada con el poeta francés Paul Éluard, cultivador del dadaísmo y el surrealismo.

Este óleo sobre lienzo (110 x 150 cm) es propiedad del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) y es un catálogo de sus personales obsesiones sexuales. Representa la cabeza del autor de la que emerge un busto, probablemente de Gala, acercándose a unos genitales masculinos ceñidos en unos calzoncillos. La escena central está rodeada por elementos duros y flácidos, referencias sexuales claras, y símbolos como el león, que identifica con el poderío sexual.

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar (1944)

Este óleo sobre tabla de dimensiones reducidas (51 x 41 cm) se encuentra actualmente en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid. Pintado en 1944 mientras residía en Estados Unidos, es uno de los pocos cuadros surrealistas americanos de Dalí, en una época en la que rendido a las demandas del mercado del arte, se dedicó a crear escaparates, portadas para Vogue o escenografías cinematográficas.

En él se representa en un paisaje marino a una Gala desnuda, dormida y reclinada sobre un paisaje rocoso plano. Junto a ella, una abeja revolotea alrededor de una granada. Su zumbido provoca la imagen onírica trasera que representa a un pez emergiendo de la fruta y de cuya boca salen a su vez dos tigres y una bayoneta que acabará pinchando a Gala y despertándola. Más atrás un elefante con un obelisco a cuestas, como la célebre escultura de Bernini, cierra el horizonte.

Muchacha en la ventana (1925)

Este es uno de los cuadros de la etapa formativa de Dalí, donde todavía no había sido influido por el surrealismo. Por ello, este cuadro de óleo sobre cartón piedra (105 x 74,5 cm) es una de sus obras de estilo realista. Actualmente se encuentra en el Museo Reina Sofía en Madrid.

En él, representa a su hermana, Ana María, asomada en la ventana en la casa de vacaciones de su familia en Cadaqués. La obra muestra un paisaje con gran uniformidad de colores y sencillez en la composición. Su hermana fue su primera modelo hasta que conoció a Gala, quien se convirtió en su gran musa.

Cristo de San Juan de la Cruz (1951)

Este lienzo con estilo surrealista (205 x 116 cm) es una de las obras que surgieron en la fase religiosa y mística del artista. Se encuentra en Kelvingrove Art Gallery and Museum en Glasgow, Reino Unido.

Dalí buscó representar la belleza del sufrimiento de la pasión cristiana, como resultado de un sueño místico. En él, muestra a Jesús cruficiado pero sin signos de tortura. A diferencia de la tradicional representación, lo pintó sin espinas, clavos ni heridas en su cuerpo para resaltar la belleza metafísica del Cristo-Dios.

Construcción blanda con judías hervidas (1936)

Esta es considerada una de las obras más violentas que ha trabajado, ya que muestra el horror de la Guerra Civil Española que comenzó en el mismo año que fue pintada. Su subtítulo es ‘Premonición de la Guerra Civil’, puesto que fue terminada seis meses antes del estallido de la guerra.

Esta obra surrealista, pintada sobre óleo sobre lienzo (100 x 99 cm), se encuentra en el Philadelphia Museum of Art, Estados Unidos.

Las tentaciones de San Antonio (1947)

Este cuadro daliniano (90 x 119,5 cm) fue realizado en Nueva York para participar en un concurso temático sobre las tentaciones de San Antonio. Actualmente, se encuentra en el Museo Real de Bellas Artes en Bélgica.

Estas obras se encuentran sin duda entre los mejores cuadros de Salvador Dalí y son un ejemplo de su producción de técnica impecable e imaginación desbordante y onírica, que hacen del autor uno de los grandes artistas españoles de todos los tiempos.