Los derechos conquistados por la comunidad LGTB contrastan con una realidad dolorosa para muchos séniors: conformen cumplen años, se vuelven invisibles. Ésta es su situación a días de celebrar el próximo Día Internacional del Orgullo.
“Los 50 de ahora son los nuevos 30”, dice Nacho F., homosexual de 54 años. “La sociedad ha evolucionado, y ya no se ven casos de gais que vivían en casa de sus parejas durante años y que, al fallecer estas, llegaba un sobrino que les había repudiado toda la vida y se quedaba con el piso, echándoles de casa. Ahora hay una regulación que te permite dejar tus cosas a tu compañero. Y los de 50 y pico son los que más ligan. Hace 20 años, un cincuentón era mayor, y ahora es un pibón”, continúa. Sí, la calidad de vida ha aumentado, los derechos de la comunidad LGTBI (iniciales de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales) han avanzado, la marginación por motivos de orientación sexual se ha reducido y las generaciones futuras de LGTB se toparán con una sociedad más abierta.
Sin embargo, la visión optimista de Nacho convive con otra que denuncian muchos mayores: la edad les vuelve invisibles. “Cuando pensamos en una pareja no heterosexual, nos viene a la cabeza una formada por dos hombres o dos mujeres, pero siempre jóvenes. Muchos mayores LGTBI se forzaron en un pasado a tener una vida que no deseaban: casarse con un persona del otro sexo siendo homosexual o bisexual y estar enamorado de una persona de tu sexo, vivir como una mujer cuando realmente eres un hombre… Independientemente, estas personas no han tenido hijos, por lo que llegan a la vejez sin descendientes, y ellas suelen ser más vulnerables a la soledad al no tener una red de apoyo tan tejida y directa”, dicen en Cuideo, empresa de cuidados a domicilio para mayores o dependientes.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y Más (FELFTBI+) también constata una realidad más sombría. En su ‘Estudio Mayores LGTBI: Historia, Lucha y Memoria’ de 2019, realizado a partir de una muestra de 145 personas mayores LGTBI, sus autores aseguran que estos sufren una suma de vulnerabilidades, por el hecho de ser mayores y por su pertenencia a este colectivo. “La múltiple discriminación que sufren se refleja en cuestiones fundamentales, como el menor acceso a los recursos económicos, la falta de atención y cuidados a algunos aspectos de su salud y el menor acceso a los recursos socio sanitarios y de cuidado. Armarizadas e invisibilizadas a lo largo de su vida, [estas personas] se enfrentan a nuevos armarios y a violencias y discriminaciones sociales e institucionales ante la falta de políticas públicas que recojan la diversidad como parte fundamental en la provisión de recursos para nuestra población mayor”.
Volver al armario
Solo en la Comunidad de Madrid, hay 160.000 personas LGTB mayores de 65 años, según la Fundación 26 de Diciembre. Y el 51% de ellas viven solas, apunta la FELGTB. ¿Algunas vuelven al armario? Sí, hay séniors LGTB que, si no han dado ese paso, al menos están rumiándolo. Lo hacen cuando la edad avanza, la soledad les oprime e incluso se plantean abandonar su casa para mudarse a una residencia de mayores porque carecen de suficientes personas a las que recurrir o en las que confiar plenamente en caso de necesidad. Entonces, al miedo al abandono y a la ansiedad que produce en cualquiera una transición vital de ese calibre, hay que sumarles otros temores propios de este colectivo: a no ser aceptados por el resto de residentes; a ofender a otros por el hecho de tener una biografía sexual que se aleja de la heteronormatividad; a convertirse en víctimas del rechazo o la negligencia de los trabajadores (que tengan más en cuenta la opinión de la familia que la de la pareja a la hora de tomar decisiones médicas importantes, o que les prohíban compartir habitación a los integrantes de una pareja del mismo sexo), según la guía ‘Sexualidad en Entornos Residenciales de Personas Mayores’ de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal.
“En el caso de que la institucionalización fuera inevitable, algunas personas LGTB considerarían la opción de ocultar su orientación sexual a los profesionales y residentes del centro, obviando esta parte de su identidad y fingiendo ser heterosexuales”, según la Fundación Pilares. De ahí que “más de la mitad de las personas LGBT valorarían positivamente las opciones de utilizar servicios de atención domiciliaria o de vivir en apartamentos para mayores, y menos de una cuarta parte verían con buenos ojos la posibilidad de acudir a un centro de día o de mudarse a una residencia”.
“Quizás logren evitar sufrir las consecuencias más violentas de la homofobia, pero no cabe duda de que, en muchos casos, deben volver al aislamiento, la ocultación y la vergüenza”, asegura el doctor en sociología Ricardo Llamas.
“Conforme los integrantes de las comunidades LGTBQ+ van cumpliendo años, se enfrentan a estructuras sociales que no tienen en cuenta sus identidades o estilo de vida que han logrado construir”, apunta Ricardo Llamas, doctor en sociología, escritor y militante queer. “La mayor parte de las veces no han querido o no han podido establecer una familia y afrontan aislados y sin apoyo exterior sus interacciones con diferentes instancias. La salud, por ejemplo. El sistema sanitario y hospitalario no tiene en cuenta sus particularidades”, constata Llamas, dejando en el aire la respuesta a preguntas como: “¿Conoce el personal sanitario, por ejemplo, los condicionantes para la salud que entrañan los tratamientos hormonales o quirúrgicos que han podido seguir las personas trans?”
“Por supuesto, cuando estas personas mayores necesitan ayudas a la dependencia o deben ingresar en una residencia, se encuentran de nuevo presionados para ocultar su realidad. ¿Qué residente gai pediría que pusieran la gala drag del carnaval canario si hay un partido de fútbol? ¿Se atreverán a solicitar un viaje subvencionado por el Imserso?”, prosigue este doctor en sociología. “Quizás logren evitar sufrir las consecuencias más violentas de la homofobia, pero no cabe duda de que, en muchos casos deben volver al aislamiento, la ocultación y la vergüenza, y que todas las administraciones e instancias que deben atender a las personas mayores tienen que recibir formación específica para tratar como se merecen a los mayores LGTBQ+”.
Tejer una red social
Actualmente, existe la alternativa de trasladarse a un centro público diseñado específicamente para los LGTB: la residencia Josete Massa que la Fundación 26 de Diciembre, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja por y con las personas mayores LGTB, instaló en la Calle del Arroyo Bueno de Villaverde, Madrid. Fue un proyecto largamente ansiado por Federico Armenteros, presidente de la institución. El edificio que la acoge, de cuatro plantas, se lo cedió en 2018 la Comunidad de Madrid, y allí instalaron la residencia, con 62 plazas, y un centro de día para 15 usuarios. Además, hay un complejo residencial privado gay friendly en España desde el pasado marzo. Se llama Rainbow Apartments y lo puso en marcha la empresa Seniors Residencias (propiedad de la red europea de residencias para mayores Grupo Korian) en Benalmádena (Málaga).
“Hay iniciativas privadas muy loables, pero sería muy importante que desde las administraciones públicas se promuevan residencias que integren a todas las personas, porque ahora, en las residencias públicas, si tienes VIH no te admiten, y si eres una pareja de hombres o de mujeres te dan habitaciones separadas. No se respeta la condición sexual”, señala Marta Higueras (Madrid,1964), portavoz del Grupo Mixto en el Ayuntamiento de Madrid, donde fue primera teniente de alcalde entre 2015 y 2019 con Manuela Carmena.
“Lo más importante es hacer vida de barrio, tratar con gente con la que se tiene familiaridad”, asegura la psicóloga Raquel Moyá.
Para sumar años sin miedo a la soledad, la psicóloga Raquel Moyá, del gabinete online Ypsihablamos, recomienda a quienes llegan a su consulta tejer una buena red social basada en sus vínculos afectivos: si no hay hijos, que haya amigos. “Es necesario confrontar ciertas ideas preconcebidas y románticas del sistema heteropatriarcal sobre que una persona, para sentirse completa, tiene que tener una pareja y formar una familia, porque igual no se ajustan a tu realidad. Muchas personas de mediana edad tienen esa inquietud. Lo más importante es hacer vida de barrio, tratar con gente con la que se tiene familiaridad. Hay que sacar a la luz las creencias disfuncionales de base, porque ¿cuánto te está limitando ese pensamiento?”.