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Fecha de publicación
23 mayo 2025

Superalimentos: qué son y su evolución en el mercado

Autor
Natalia Calle, colaboradora en El Economista Agro
Tiempo de lectura
12 min.
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Frutas como los arándanos, el açai y, sobre todo, el aguacate, semillas como la chía o la quinoa, algas marinas están cada vez más presentes en nuestra cesta de la compra por sus propiedades beneficiosas para la salud. Nuestra creciente preocupación por la salud y el bienestar personal lanzarán aún a mayor velocidad a estos productos en los próximos años, fundamentalmente como materias primas en otros procesados, con la previsión de que su mercado supere los 339.600 millones de dólares en 2032. Tras los superalimentos también hay mitos y dogmas falsos en cuanto a su poder incluso curativo, por lo que los expertos subrayan que tomarlos no compensa una mala dieta, que ésta ha de ser siempre variada y equilibrada y que, en todo caso, tenemos muchas frutas y hortalizas a la puerta de casa con componentes excepcionales.

Existen desde siempre. De hecho, si tuviéramos que hablar del primer superalimento de la historia, sin duda habría que remontarse al principio de la humanidad y poner el foco sobre la leche materna. Cereales milenarios como el arroz o el teff, las nueces, la leche de burra…y, por supuesto, la miel, son otros a los que, a lo largo de los siglos, se les han atribuido también cualidades fabulosas, incluso mágicas, para la salud humana. Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XX cuando la estadounidense United Fruit Company creó el concepto de “superalimento” como tal, para promover el consumo de sus plátanos. Y, a partir de ahí, el que realmente hizo magia fue el marketing, lanzando el término a una velocidad estratosférica -más si cabe desde que estrenáramos milenio-, hasta colarlo en nuestro subconsciente, grabarlo en nuestra mente, convertirlo en coloquial y, por supuesto, erigirlo en bandera de la nueva cultura healthy.

Así, las bayas de goji, la espelta, la maca, la sal rosa del Himalaya, la cúrcuma, la quinoa, la espirulina, el kéfir… se han erigido en estrellas del nuevo recetario de los superalimentos impulsados por una nomenclatura estimulante, atractiva, y porque parecen saber, con su mera pronunciación, a salud.

Ahora bien, no nos dejemos llevar únicamente por el oído porque a la misma puerta de casa contamos con otros productos naturales tradicionales, que suenan menos exóticos, pero que son considerados igualmente superalimentos, caso de la manzana, las lentejas, el brócoli, la zanahoria, el aceite de oliva virgen extra o prácticamente cualquier fruto seco.

Qué son los superalimentos y su importancia

Lo cierto es que el vocablo superalimento no ha sido definido ni científica ni legalmente. Sin embargo, ya hemos visto que en el mundo anglosajón se habla de superfoods desde hace décadas y que nuestra RAE, en su labor de continua adaptación a las necesidades de los hispanohablantes, también ha incluido en el Diccionario de la Lengua Española este vocablo al que viene a definir como: “alimento al que se le suponen propiedades beneficiosas para la salud añadidas a su valor nutritivo”. Partiendo de esta definición general, podemos añadir que ese valor pasa por contener, en cantidad y calidad, nutrientes esenciales como vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes, de forma que estos alimentos naturales considerados súper pueden ayudar al cuerpo, tal y como apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS), a prevenir enfermedades y a mantenerse más sano.

Más concretamente, especifica esta entidad internacional sobre su importancia, incorporados a una dieta equilibrada, estos alimentos pueden promover la salud cardiovascular, la pérdida de peso, mejorar los niveles de energía e incluso reducir los efectos del envejecimiento.

Los 10 superalimentos más producidos en 2024

Según su propio listado, de entre los cientos de frutas, frutos secos, semillas, legumbres, verduras, algas, lácteos, hierbas y productos de abeja producidos, en 2024 coparon el top ten de los definidos como “superalimentos de la felicidad”, las nueces, la chía, la quinoa, los arándanos, el chocolate negro, el salmón, el aguacate, las espinacas, las lentejas y el yogur natural.

Estos diez, como otros muchos, aferrándose a esa atribución de efectos positivos y, en muchos casos, alentados por poderosas y brillantes campañas de publicidad, se han lanzado a conquistarnos con ese ‘súper’ en su carta de presentación, prometiéndonos una salud de hierro y acercarnos un poco más al ansiado elixir de la eterna juventud. Parece que lo están consiguiendo y, más aún, que dada nuestro creciente interés por la salud y el bienestar personal, van a estar cada vez más presentes en nuestra cesta de la compra.

Tamaño de mercado a nivel mundial

Así se desprende de los datos recogidos por el editor de informes de investigación de mercado Fortune Bussiness Insights, que cifraba el tamaño del mercado de los superalimentos por encima del umbral de los 188.000 millones de dólares a nivel mundial en 2024, con la previsión de que eleve su valor a nada más y nada menos que los 339.600 millones para 2032. A tenor de la predicción que maneja el portal alemán de estadística en línea Statista, en esta senda alcista Europa tendrá un papel especialmente relevante, gracias sobre todo a Reino Unido y a compañías como Supernutrients Ltd o Creative Nature Ltd., que están logrando hacerse un hueco en este sector hasta ahora acaparado por las norteamericanas.

Las superfrutas que más ingresos generan

En lo que a los auténticos protagonistas de este mercado en sí se refiere, cabe poner el foco en las superfrutas, una de las categorías ya de por sí estrella, dada su riqueza en antioxidantes y nutrientes a los que se relaciona con la prevención o retraso del daño celular, pero a la que, además, se le pronostica un importante impulso en el mercado mundial teniendo en cuenta su creciente utilización en una variedad de aplicaciones de uso final, como alimentos y bebidas energéticas, nutracéuticos y suplementos dietéticos, cosméticos y de cuidado personal.

En este campo, se constata que la creciente prominencia de productos fabricados con ingredientes naturales y orgánicos influye significativamente en las ventas de superfrutas en el mercado mundial, siendo el plátano el que más ingresos genera -142.000 millones de dólares en 2023-, si bien es al segmento de la manzana al que Fortune Business Insights le augura unas mejores expectativas de crecimiento en los próximos años gracias a la gran cantidad de fibra y bajos niveles de azúcar que ofrece en comparación con otras frutas.

Eso sí, en estos momentos una de las frutas que más en boga está es el arándano, que, según los últimos datos de referencia de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha pasado de una producción mundial de 1.040.172 toneladas en 2020, a 1.220.665 en 2023.

Busca hacerle sombra el açai, considerado la viagra amazónica, si bien el que realmente despunta y les ha tomado la delantera a ambas pequeñas bayas azules pese a su excelso atractivo tanto en composición como en sabor, es el aguacate, que gana popularidad a pasos agigantados con su particular gracia entre ensaladas y postres, especialmente entre la generación millennial. Basta con echar un vistazo a los datos que ofrece Faostat, la base de datos estadística más completa del mundo sobre alimentación, agricultura, pesca, silvicultura, gestión de recursos naturales y nutrición proporcionada por la FAO: este fruto subtropical de especial arraigo en Centroamérica superó en 2023 los diez millones de toneladas de producción mundial y no sólo tiene un alto valor de mercado -aunque por detrás de plátanos, manzanas y peras-, sino que se espera que éste siga creciendo significativamente en los próximos años.

Otros segmentos

El origen exótico que envuelve a esta fruta de pulpa suave y sedosa es también el que acompaña a la chía, la estrella de las supersemillas, cuyo tamaño de mercado se estimaba, según datos de Mordor Intelligence, en 1,51 mil millones de dólares en 2024 y se espera que alcance los 2,93 mil millones de dólares en 2029 empujada por su propiedad libre de gluten y su alto contenido en proteínas. Junto a ella, también ha irrumpido con fuerza en este segmento, tanto por su riqueza nutritiva como por su versatilidad en la cocina, la quinoa, un pseudoceral milenario del altiplano andino que alcanzaba los 1,30 mil millones de dólares en valor de mercado en 2024, con la previsión de auparse hasta los 2,12 mil millones de dólares en 2029.

El trigo sarraceno, otro pseudocereal cultivado principalmente en China y Rusia, y el triticale, híbrido entre el trigo y el centeno, son otros de los que más florecen al calor de la moda de los superalimentos, tal y como señala la ingeniera agrícola y profesora Yolanda Delgado Delgado. Ligada desde hace años a la I+D en la industria alimentaria, asegura esta experta que la tendencia actual es, sobre todo, a utilizar productos de este tipo como materias primas en otros procesados, dadas sus propiedades y funcionalidades. Es el caso, dice también, de la avena, que se incorpora con profusión en el etiquetado, por ejemplo, de galletas, a pesar de que su aporte es ínfimo si no nos comemos una barbaridad de ese otro producto final -que, por otro lado, no es tan saludable en su conjunto-.

Lo que dicen las expertas

Según esta apasionada confesa de la nutrición, también están en auge alimentos muy ricos en antioxidantes, como el té verde japonés matcha o el propio açai -igualmente como añadidos a otros productos elaborados-, y fermentados como la kombucha o el kéfir, que, “sin menospreciarlos, no hacen sino venir a sustituir a lo que tenemos de siempre y que tiene las mismas funcionalidades”. Un aspecto, éste último, subraya Yolanda Delgado, que se repite con el kale, una de las superhortalizas que hoy suena con más fuerza quizá por el exotismo de su nombre, pero que no deja de ser una col rizada que comparte numerosas propiedades con la berza, el repollo, la coliflor o el brócoli.

Este último ejemplo le viene como anillo al dedo para subrayar que la moda de los superalimentos -entre los que igualmente ganan protagonismo las algas marinas, cuyo mercado global se ha más que triplicado en las últimas dos décadas, de 5.000 millones de dólares en 2.000 a 17.000 millones en 2021, según la ONU-, nos viene “un poco impuesta a nivel de consumo por un interés claramente económico”. “La realidad es que sí son ricos en uno o varios componentes determinados”, dice, “pero nos crean la necesidad de ellos, aún cuando ya tenemos un alimento que nos ofrece lo mismo”.

Y los tenemos, además, apostilla la también ingeniera técnica agrícola, experta en industrias agroalimentarias y profesora Marta Colmenares Hospital, a la puerta de casa, sin el coste ambiental que supone el transporte esos otros superalimentos venidos de Asia, África o América y, por supuesto, sin el terrible coste social que, a menudo, infringimos en los territorios lejanos en los que se producen, cuyos suelos esquilmamos y a cuya población podemos dejar si la base de su dieta y sustento simplemente para que los habitantes del llamado primero mundo podamos seguir la moda.

Visión crítica en cuanto a estos productos en torno a los que no han dejado de proliferar verdades a media e incluso dogmas falsos hasta el punto de alimentar la creencia de que su consumo puede prevenir e incluso curar determinadas enfermedades, es también la de la doctora en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y científica titular en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC Jara Pérez Jiménez, quien rubrica que, efectivamente, “algunos sí tienen un contenido nutricional beneficioso para la salud” científicamente probado y, por tanto, es oportuno, incluso recomendable, incluirlos en nuestra dieta, pero detrás de otros muchos, cuyo impacto en la salud humana o no se ha investigado aún lo suficiente o está en fase de estudio, no hay sino “puro marketing”.

“Hay un interés claro por promocionar nuevos productos por parte de la industria”, enfatiza la científica, antes de reconocer que, si éste se combina con el mayoritario, y por otro lado, lógico “desconocimiento de la población” sobre composición nutricional de los alimentos, tenemos la fórmula perfecta para que algunos se conviertan en tendencia y cojan el camino del éxito pese a no ser milagrosos.

España, afirma la también autora del libro titulado ¿Qué sabemos de? Los Superalimentos, sigue la corriente y tiende “hacia esos alimentos exóticos a pesar de su mayor coste con respecto a los locales”, pero, más allá de las modas, lo que debemos tener claro es, según esta experta, que nuestra dieta ha de ser rica y variada “en todos los alimentos de origen vegetal, cuanto más en calidad, mejor y, cuanto más en cantidad, mejor”. En este sentido, Pérez Jiménez, como muchos nutricionistas, insiste en que ningún producto por sí solo puede ser un superalimento y que los llamados así, ni tienen un efecto inmediato en la salud, ni compensan una mala dieta, ni, por supuesto, tienen superpoderes ante una enfermedad.

Y si hablamos de variedad y equilibrio, qué mejor ejemplo que nuestra dieta mediterránea, un modelo de alimentación que sí debería de convertirse en moda porque, enfatiza Yolanda Delgado, “es un superalimento en sí misma”.