Entrevista a José Luis Romeu, presidente de AEP
Entidades colaboradoras
José Luis Romeu, Ingeniero agrónomo por la UPV y presidente de la Asociación Española de Paisajistas, AEP, entidad que colabora activamente en el Foro de las Ciudades de Madrid IFEMA. En esta quinta edición (14-16 junio 2022) AEP liderará una de las seis sesiones sobre naturaleza urbana y tendrá una participación destacada en las otras cinco.
¿Cómo es y cómo debería ser el paisaje de las ciudades del siglo XXI?
Va a cambiar y mucho, ahora ya no nos limitaremos a analizar los retos que tienen las ciudades frente al cambio climático, sino que tendremos que estudiar irremediablemente la relaciones del individuo con el espacio en el que vive, su resiliencia frente a pandemias como la de Covid-19 que ha llegado a paralizar y atemorizar al mundo entero.
El nacimiento de los grandes parques de finales del siglo XVIII y principios del XIX, surgieron como una necesidad de salud pública ante el hacinamiento de las ciudades, era necesario esponjarlas con zonas verdes para mejorar sus condiciones ambientales e higiénicas que repercutían directamente sobre la salud de sus ciudadanos. Al igual que entonces, deberemos de analizar mucho más intensamente la relación de la ciudad y la naturaleza, no sólo frente al cambio climático sino también ante futuras a crisis sanitarias.
Otro tema a valorar es la gestión de las zonas verdes de nuestras ciudades. El crecimiento espontáneo de la vegetación ha permitido visualizar espacios urbanos en los que han aparecido relaciones naturales entre la fauna y la flora. La aparición de insectos beneficiosos por su labor polinizadora o como fauna útil para el control de plagas urbanas, ponen en evidencia la necesidad de incrementar la biodiversidad como mejora de los ecosistemas urbanos. Ahora bien, es necesario llevar a cabo campañas de divulgación y concienciación de este tipo de gestión hacia la ciudadanía.
¿Qué hace falta para que el trabajo del paisajista esté plenamente incorporado y reconocido en la planificación urbana?
Básicamente que se considere al paisajista como un actor necesario en los equipos de planificación urbana. Los paisajistas tenemos un hándicap y es que nuestra profesión no está reconocida como tal por las administraciones públicas, no existe una regulación de la profesión de paisajista en este país. De ahí que no se cuente con nosotros de una manera formal en todos aquellos procesos que tienen relación con el paisaje, ya sean urbanos, rurales o naturales.
Los paisajistas podemos jugar un papel muy importante en los procesos de planificación urbana. Nuestra mirada global e integradora por el carácter transversal propio de nuestra profesión nos permite entender las diferentes dinámicas que se producen en las ciudades, y proponer actuaciones estratégicas de futuro, siempre basadas en criterios técnicos, que hagan de nuestras ciudades espacios más habitables, más saludables y medioambientalmente más sostenibles.
Se requiere por tanto un marco claro de atribuciones y competencias, con un espacio definido de actuación que nos permita ejercer nuestra profesión libremente, sin ningún tipo de impedimentos ni trabas administrativas.
¿Están realmente las ciudades incorporando elementos de renaturalización que ayuden a crear espacios más saludables y sostenibles?
Muchas de las nuevas zonas verdes que surgen en las ciudades nacen como consecuencia de procesos de planificación urbanística promovidos por la iniciativa privada, sometidas todas ellas a estrictas limitaciones económicas, por lo que, y salvo excepciones, no son propuestas suficientemente meditadas en cuanto al diseño se refiere y a la sostenibilidad futura de estos espacios verdes.
Pero a veces surgen oportunidades únicas dentro de las ciudades que se deben de aprovechar. Me estoy refiriendo por ejemplo a la liberalización de infraestructuras como las líneas de ferrocarril. En estos momentos hay ciudades en España como Madrid, Valencia o Alicante que están inmersas en este proceso. El diseño de estas franjas de terreno, que normalmente ocupan un lugar privilegiado en la trama urbana y que permitirían crear corredores verdes que conectaran el centro de la ciudad con el ámbito periurbano, deberían de escogerse entre las mejores propuestas presentadas a un concurso público de ideas.
El High Line de Nueva York es un claro ejemplo de lo que digo. Gracias a un movimiento vecinal, se pudo salvar una infraestructura ferroviaria condenada a la demolición, en un paseo elevado que se ha convertido en un icono de la ciudad y ha conseguido revitalizar barrios deprimidos con nuevas ofertas culturales, de ocio, comerciales, deportivas, etc .
¿Qué relación tiene la naturaleza urbana de las ciudades con la salud de las personas?
Es evidente, y ya no se discute, que las zonas verdes urbanas mejoran la salud y el bienestar de las personas, desde las estrictamente objetivas y cuantificables como la mejora de la calidad del aire que respiramos al actuar como sumideros de CO2, la disminución de la contaminación por polvo atmosférico, la captación y retención del agua de lluvia, la regulación del clima urbano, etc. , a otras más complejas y que tienen que ver con la salud mental del ciudadano al reducir su nivel de estrés, por la relación íntima del individuo con la naturaleza, con la práctica de deportes al aire libre, las relaciones sociales, etc.
Culturalmente ¿hay muchas diferencias a la hora de implantar soluciones basadas en la naturaleza en las diferentes regiones del mundo?
A nivel internacional, China se ha convertido en un referente en la renaturalización de las ciudades. Saben perfectamente que tienen un problema demográfico, por lo que decidieron que sus ciudades debían ser lo más permeables posibles, creando verdaderas esponjas urbanas. El proyecto Qianhai Water City en Shenzhen por el estudio Field Operation de James Corner o las 32 hectáreas que constituyen el Quzhou Luming Park, en Quzhou del estudio chino Turenscape, son ejemplos de ello.
En Estados Unidos, Freshkills Park, situado en Staten Island, constituye la transformación del mayor vertedero de Nueva York en un proyecto a 30 años vista, para construir sobre él, el mayor parque urbano de la ciudad, generando diversos hábitats que fomentan la biodiversidad del conjunto.
The Big U es el proyecto que se ha puesto en marcha en Manhattan para protegerse ante futuros huracanes y sus consecuencias, como inundaciones, elevación del nivel del mar, etc. Utiliza el espacio público como infraestructura verde de protección entre la costa y la ciudad. Además, este proyecto promueve beneficios sociales y ambientales para la ciudad. A nivel europeo destacaría el Motor de Arena (The Sand Engine) en la Haya, un proyecto de gestión de costa que se basa en las dinámicas de las mareas.