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16 abril 2024

Proteger nuestras colecciones contra el tráfico ilícito

Autor
Katharina Nothnagel Vivas
Tiempo de lectura
4 min.
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Protección contra el tráfico ilícito

Cuando uno tiene una pasión y esa pasión tiene un valor, esa pieza que tanto vale para su poseedor puede valerlo para otro también, aunque no de la misma manera. Lo que a un coleccionista le vale el placer de la contemplación y disfrute de su colección, a un traficante puede valerle lo que más puedan ofrecerle en el mercado negro.

El robo, junto con las falsificaciones, el blanqueo de capitales o el contrabando, es una de las formas de delito que más se cometen contra el arte, solo superado por el expolio de yacimientos arqueológicos. No obstante, a un coleccionista lo que más puede preocuparle con respecto a este tema son dos asuntos: que sea víctima de robo y que en su colección entren objetos de ilícita procedencia o falsificaciones. Sin embargo, ¿cómo de vulnerables son los coleccionistas privados y cuánto son accesibles sus colecciones al robo?

Un dato curioso es el que Interpol publicó en su informe anual de 2021: los lugares de mayor incidencia de robo de obras de arte no son ni las ferias, ni las galerías, ni las casas de subastas o anticuarios, son las viviendas privadas de los coleccionistas. En torno al 19% se producen en domicilios privados, seguidos por el 14% a anticuarios, 13% a lugares de culto y 11% a museos. Los coleccionistas son los más vulnerables al robo. Esto nos hace pensar que los sistemas de protección de los coleccionistas no son suficientes y han sido, hasta el momento, los más atractivos para los delincuentes. La buena noticia es que, actualmente, hay nuevos instrumentos que ayudan a mejorar la protección.

La pregunta que nos hacemos ahora es ¿cuáles son esos instrumentos que protegen nuestras obras de arte? La respuesta puede parecer sencilla: sistema de videovigilancia y alarma antirrobo. Sí, pero con eso nos quedamos cortos.

La importancia de la trazabilidad

Pensemos en esa obra que recientemente hemos adquirido en una feria, galería o subasta. ¿Qué hacemos con ella? Lo primero es llevar un registro serio, es decir, un inventario que recoja los datos básicos de nuestras obras de arte, una breve catalogación de cada una acompañada de documentación complementaria de interés, medidas y fotografía. Llevar un registro supone que, si la pieza ha estado debidamente identificada por su actual y anteriores propietarios, resultará más fácil identificarla y recuperarla en caso de robo.

A esto lo llamamos «trazabilidad», y esta es una de las herramientas que más ayudan a la recuperación de obras de arte, pues la localización de una pieza de la que poseemos imagen, medidas, documentación e información relevante hace que las fuerzas policiales y de aduanas no den palos de ciego buscando algo que no han visto nunca y de lo que no tienen información precisa.

Es más, la Works of Art Unit de Interpol ha desarrollado una aplicación móvil llamada ID-Art en la que es posible realizar un registro electrónico de las piezas de nuestra colección que pasa a almacenarse y vincularse con los datos de Interpol, por lo que, si a nuestra obra de arte le sucediese algo, con una denuncia, esta pasaría a estar registrada entre las obras de arte robadas de Interpol. La aplicación nos sirve, además, para comprobar si determinada obra que queremos adquirir está registrada en esta base como robada. En caso positivo, desestimamos la compra y lo denunciamos a través de la aplicación. La trazabilidad que garantiza ID-Art hace que nuestra colección esté mucho más segura y en caso de robo pueda recuperarse la pieza a la mayor prontitud.

En suma, la labor de protección que el coleccionista debe desempeñar es fundamental para combatir la circulación de obras de arte en el mercado negro. Proteger la propia colección supone una importante contribución a reducir ese 19% de delitos de robo y, además, enriquece el sector del mercado del arte que, para muchos profesionales y coleccionistas, es una verdadera pasión que vale mucho más que lo que nos pueda ofrecer cualquier traficante.

Katharina Nothnagel Vivas