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27 marzo 2024

Diferencias entre cerámica y porcelana

Autor
Daniel Alvarado Santiago
Tiempo de lectura
7 min.
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A la hora de seleccionar un material es necesario conocer las diferencias fundamentales de cada material antes de proceder para poder sacar el máximo rendimiento a sus propiedades únicas. La cerámica y la porcelana parten de la arcilla, pero las diferencias que presentan tras el proceso de cocción son importantes.

La cerámica y la porcelana son dos materiales que a menudo suelen confundirse entre sí, pero que poseen diferencias fundamentales que afectan tanto a su apariencia, durabilidad y usos, como a su valor, sea artístico como simbólico a la hora de hablar de su coleccionismo.

Desde su descubrimiento y aparición, los materiales cerámicos han sido utilizados para realizar todo tipo de objetos y útiles, como vajillas o recipientes; aplicaciones decorativas en arquitectura; elementos de construcción como tejas, ladrillos o teselas; pequeños ídolos a los que venerar; esculturas: objetos para el adorno personal y un largo etcétera, que nos conectan desde nuestros orígenes hasta la actualidad.

Estos materiales son objetos realizados a partir de arcillas existentes en la naturaleza a las que se les somete a una determinada temperatura para llevar a cabo dicha transformación en objeto cerámico, tras una inicial deshidratación hasta la aparición de una fase vítrea que constituye el fin de su proceso. Por su composición química son muy resistentes a las altas temperaturas, pero al mismo tiempo frágiles y con muy poca elasticidad. El desarrollo de los métodos de obtención y procesamiento de las arcillas unido a la evolución de los hornos ha sido determinante para la evolución del aspecto y calidad de las piezas, dando lugar a multitud de productos y aplicaciones de gran belleza y calidad.

Asimismo, en función de la temperatura que alcance nuestra pieza en el horno el resultado final será diferente en función de si hay vitrificado, como el gres cerámico o la porcelana, o no -sin llegar a fundirse-, como la loza o la terracota.

Cerámica: arte y artesanía

La cerámica posee un carácter integrador en las artes, con multitud de tipologías, estilos y formas en función del uso que se le va a dar. A su vez, tiene mucho que ver con la corporalidad, al describirlas decimos que tienen vientre, boca o cuello, entre otros, conectándonos así con la propia idea primigenia del arte y de la primera creación del ser humano, moldeada a partir de sus manos. Una historia del arte conectada con la propia naturaleza, en lugar de basarse sobre su constante dominio y explotación.

Ambas visiones han influenciado a diversos artistas y artesanos a concebir todo tipo de piezas que permiten establecer un recorrido que parte desde nuestros orígenes hasta la actualidad. Especialmente a lo largo del siglo XIX encontramos multitud de pintores ceramistas como Daniel Zuloaga -principal protagonista de la renovada azulejería urbana de Madrid-, o que trabajaron en fábricas como La Cartuja, en Sevilla, donde podemos destacar nombres como Ramón Alorda Pérez, Ricardo Escribano o Carmen Machado Jiménez.

En la actualidad, artistas como María Oriza, Ramón Fort, Diana Bonet o César Rivas continúan experimentando con las posibilidades casi infinitas que ofrece la cerámica y sus técnicas para proponer todo tipo de piezas únicas desde lo contemporáneo

Por otro lado, a pesar de ser menos dura y resistente que la porcelana, son muchos los objetos de mesa que siguen presentes en el mercado realizados con este material, como platos y tazas. No obstante, si queremos aprovechar su máximo potencial, debido a su resistencia a posibles desgastes y roturas, la cerámica es perfecta para la fabricación de azulejos y ladrillos; así como para la creación de figuras y objetos ornamentales debido a su versatilidad.

El oro blanco del coleccionismo: la porcelana

La porcelana es una pasta dura, traslúcida y blanca que desde el siglo VII se fabricaba en China y que poco a poco fue introduciéndose en Europa a partir de Marco Polo y el establecimiento de las rutas comerciales que atravesaban todo el mundo conocido, desde China a Alejandría y Roma. A partir del siglo XVIII, la porcelana comienza a diferenciarse más profundamente de la cerámica por su apariencia distinguida y exquisita, alcanzando un estatus icónico como producto de lujo para coleccionistas, llegando a recibir el apodo de “oro blanco”. 

Sajonia fue uno de los principales emplazamientos europeos donde comenzó este gusto y pasión por poseer piezas de porcelana, principalmente aquellas utilizadas como vajilla, a partir de fruteros, juegos de té o café, etc. Su uso para este tipo de juegos, donde se incluyen teteras y otros tipos de recipientes para bebidas calientes fue muy extendido debido a la gran resistencia que la porcelana posee al posible choque térmico. Además, su apariencia translúcida y su color, más claro y uniforme que en el caso de la cerámica, hacía que estos juegos fueran más visuales y atractivos.

El lujo, y la idea de construir una determinada imagen a partir de la posesión de ciertos objetos, surge igualmente en este momento. Especialmente en Francia a partir del año 1662 y del desarrollo de la Manufactura de los Gobelinos a través de Jean-Baptiste Colbert, uno de los principales ministros y controlador de finanzas del rey Luis XIV, que impulsó todo tipo de industrias que tuvieran que ver con esa idea naciente del lujo. Asimismo, la fábrica de Meissen fue una de las primeras manufacturas europeas en producir la gran porcelana del lujo coleccionista, alcanzando rápidamente un gran valor dentro del mercado, con todo tipo de diseños y colores.

En España, la técnica y el valor de la porcelana llegaron tiempo más tarde, ya que por entonces tenía un gran éxito la loza de gran calidad, aunque fuese menos sofisticada en cuanto a apariencia. A partir del reinado de Carlos III, la porcelana comienza a incorporarse de manera más estandariza, especialmente a través de la Real Fábrica del Buen Retiro, fundada en el año 1760.

La porcelana entró en un destacado auge a partir del desarrollo de los apartamentos, salas y casitas donde la decoración inmueble se realizaba a partir de las placas de porcelana colocadas en la pared, como la Sala de Porcelana de la Casita del Príncipe de El Escorial, o los gabinetes de porcelana de los palacios de Madrid y Aranjuez, donde destaca un conjunto de chinoiserie. De esta manera, los salones dejaban de cubrirse a través de tapices -otro de esos sectores vinculados con el lujo e igualmente difíciles y costosos de imitar y falsificar- para ornamentarse mediante la porcelana.

Con el paso del tiempo, la fascinación por la porcelana comenzó a decaer desde el siglo XX. A pesar de ser en la actualidad un sector muy minoritario y sufriente de las modas del momento, el interés por la porcelana -y, en parte, por la cerámica- sigue latente en muchos coleccionistas. La existencia de una gran variedad y multitud de piezas en el mercado permite que puedan venderse a unos precios más asequibles que otros sectores, convirtiéndose en una manera perfecta para iniciarse en el coleccionismo de piezas únicas llenas de historia.

Imágenes:

Realizadas por Ángela Ruiz Cupeiro, 2021.

Fuentes:

  • Burke, P. (1995). La fabricación de Luis XIV. Nerea.
  • Krahl, R. (1997.) La cerámica en China: fabricando tesoros de la tierra. En S. Lee (Ed.), China. 5000 años. Innovación y transformación en las artes (pp. 122-131). Guggenheim Bilbao Museoa.
  • Martínez Caviro, B. (1973). Porcelana del Buen Retiro. CSIC.

Daniel Alvarado Santiago