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20 septiembre 2016

Tenemos derecho a ser quien somos

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Ana María Rodríguez Novoa, Maestra, Licenciada en Pedagogía y Coach de Comunidad Educativa con PNL nos expone a continuación su experiencia TIC en el aula "

El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos.” Henry Ford

La tecnología, tan inmersa en nuestra sociedad y tan integrada en la vida cotidiana de mi alumnado, había arribado a nuestras aulas y lo hacía para quedarse. Pero la alfabetización digital no había hecho nada más que comenzar. Este doble ritmo de implantación hacía que me sintiese en una corriente de aguas revueltas. Para serenarlas era necesario arraigar el lenguaje digital en los procesos educativos. Con este fin creé el rol del coordinador digital en los equipos de trabajo colaborativo de mi alumnado. Dicho rol garantizaría que todo el grupo clase, distribuido en pequeños grupos de cuatro o cinco componentes, gestionase este lenguaje. Además de los recursos tecnológicos del aula y de su vida.

Este proceso lo vertebré en torno a un blog, desde el que inicié la presentación de las tareas o proyectos cooperativos. A través de él, también di soporte a los recursos necesarios para llevarlas a cabo. Esto brindaba a mi alumnado la posibilidad de comenzar un proceso donde gestionar la información que recogía de distintas fuentes y diversos formatos de archivo. Después podía transformarla en conocimiento a través de sus propias creaciones. Presentaciones, murales, cómics, libros, revistas y programas variados quedaban recogidos y compartidos en un blog colectivo del grupo clase

Tenemos derecho a ser quienes somos. Y la educación en serie, que pretende que nuestros alumnos aprendan los mismos contenidos y en los mismos tiempos, no atiende sus preferencias ni los temas que les apasionan y no respeta sus ritmos personales. Tampoco les permite sacar todo su potencial y brillar con luz propia. El lenguaje digital, en nuestras aulas, nos marca una nueva ruta. Un itinerario personalizado que se adapta a los  diversos estilos de aprendizaje del alumnado. Le permite generar su propia experiencia educativa y le posibilita avanzar a su manera. Con su propio mapa.

Herramienta de Inteligencia Emocional convertida en puzle digital por el alumnado

“La tecnología por sí sola no basta. También tenemos que poner el corazón.” Jane Goodall
Si el lenguaje digital se imponía en la vida de nuestra sociedad, el lenguaje emocional se presentaba como el sustento de nuestra vida interior personal. Este lenguaje y las herramientas que posibilitasen su gestión iban a tener un lugar clave en mi proyecto Educación para la Vida. Comencé asentando las bases para potenciar la autonomía de mis alumnos, para impulsar su creatividad, para fomentar el trabajo en equipo, para que hiciesen frente a los desafíos… En definitiva para el liderazgo de mi alumnado y su protagonismo en los procesos de aprendizaje. Y esto sólo iba a ser posible si conseguía que llevasen el timón de su propia nave: su autoliderazgo. Para ello, su esencia personal, sus emociones, sus sueños y sus motivaciones personales tenían que impregnar toda actividad relacionada con su aprendizaje. Sería la mejor manera de conseguir la energía necesaria para que se mantuviesen en movimiento en su propio camino formativo. Tenemos derecho a ser quienes somos.Todo aprendizaje tiene una base emocional. Y en este apasionante viaje educativo, las emociones están destinadas a ser las mensajeras que permiten a nuestro alumnado marcar su rumbo. Ser su propia brújula, su particular “rosa de los vientos”.  
“La arena del desierto es para el viajero fatigado lo mismo que la conversación incesante para el amante del silencio.” Proverbio persa.
Continuaba sumergida en la búsqueda de los lenguajes imprescindibles en el mundo educativo y no podía pasar por alto nuestra propia lengua. Estos eran los lenguajes que siempre se habían atendido en educación: lenguaje escrito y lenguaje oral. Sin embargo, estábamos estancados en su puesta en práctica. Era necesario encontrar un nuevo cauce que nos permitiese anclar las experiencias vividas en los procesos educativos. La clave en esos momentos, sentí que estaba en la escucha activa. Y la escucha bien entendida… empieza por uno mismo. El alumnado tenía que conseguir la habilidad de estar en silencio para escucharse, para prestarse atención, sin juicios, con la sola intención de conocerse, comprenderse, respetarse y aceptarse. Ser capaces de hacerlo los pondría en disposición de una comunicación auténtica con las demás personas. Tenemos derecho a ser quienes somos.  A ampliar los límites de nuestro propio mundo a través de nuestra lengua, hablada y escrita. A vestir nuestros pensamientos y nuestros sentimientos de palabras que nos permitan compartir nuestras experiencias personales. A que nos escuchen. A través del trabajo colaborativo, decidí poner el énfasis en estos cuatro lenguajes y en cuatro roles para el alumnado que posibilitaban su gestión: - Coordinador digital - Líder emocional - Secretario - Moderador El cambio, sin embargo, no iba a comenzar por mi alumnado. El coaching, como proceso de acompañamiento para el cambio personal y profesional,  había aparecido en mi vida y me había llevado a iniciar mi propio viaje de autodescubrimiento. También a comprender, que sólo desde nuestra propia transformación como personas y docentes, podemos acompañar al alumnado al lugar que desean llegar. Para conseguirlo, indispensable, guiar sus procesos educativos para que ellos mismos sean capaces de crear un buen plan de acción. De esta forma podrán soltar  amarras y adentrarse en aguas más profundas. La implantación de los cuatro roles en mi proyecto Educación para la Vida, genera un proceso participativo que posibilita al alumnado potenciar su sello personal. Impulsar aquello que como ser humano lo hace especial, único e irrepetible. De esta forma consigue un compromiso con su proceso de aprendizaje, tanto a nivel individual como a nivel grupal. Y toma conciencia de la importancia de compartir con  su comunidad todo su potencial. Tenemos derecho a ser quienes somos. A comunicar nuestra esencia y a brillar con luz propia. A perseguir nuestros sueños. A tener la mejor de las travesías educativas.