

Coleccionistas e historia del arte
De los expertos a los influencers.
Si definimos el concepto actual de Influencer y lo comparamos con las influencias que el gusto de coleccionistas de arte durante las décadas 80 y 90 del siglo XX causó en el mercado del arte, podemos advertir, sin género de dudas, que coleccionistas como Helga de Alvear o Roberto Polo fueron unos grandes influecers.
¿Por qué conocemos hoy bien a Fernando Zóbel, a Guerrero, Manuel Rivera, Gustavo Torner y tantos otros que ahora nos parecen básicos e imprescindibles en la Historia del Arte y en el Mercado del Arte?? No precisamente por la labor que han hecho las universidades y sus planes de estudio, incluso en carreras especializadas como Historia del Arte. Los conocemos gracias a la labor del Mercado del Arte y especialmente, a la de coleccionistas de arte que han comprado, difundido y promocionado a artistas y sus obras. Ellos son los verdaderos impulsores del conocimiento y apreciación del valor actual de la fotografía y las múltiples tendencias artísticas actuales desde el arte urbano hasta el arte en internet.
Esto no se aprende estudiando Historia del Arte
Helga de Alvear comenzó comprando un Zóbel y ha hecho que España sepa apreciar el arte de la fotografía como arte de primer orden y no como algo secundario.
Por su parte Roberto Polo, quien como persona tiene una vida de la que se podían hacer varias películas de robos, apropiación indebida, falsas personalidades y algunas que otras actividades oscuras, presume de haber sido el descubridor del gran fotógrafo estadounidense Robert Mapplethorpe y del gran diseñador de muebles francés del siglo XIX Édouard Liévre.
Considerado por Francisca Sutil como un nuevo Bernard Berenson, decía de él que su comprensión del Arte iba más allá del gusto. Polémico con la forma de aprendizaje de la historia del arte, el coleccionismo y el materialismo económico del mercado del arte, decía en una entrevista “que hoy en día, la gente se ha acostumbrado a ir a un museo (se refiere más a los de arte contemporáneo) a mirar las firmas, para saber cuánto dinero valen las obras. Han perdido de vista que cuando el MOMA de Nueva York abrió en 1929 ninguno de sus artistas, incluido Picasso, eran famosos”.
Agustín Martínez
Grupo HIEART
Universidad Rey Juan Carlos
Fotografía: Ángela R. Cupeiro
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